viernes, 27 de enero de 2012

Unity: La belleza del software libre

Entre el amor y el odio hay tan sólo un paso, al menos así lo dice la sabiduría popular. Resulta gracioso ver que ello no sólo se aplica a esas parejas cambian constantemente de estado en facebook, entre soltero y en una relación, también se aplica a cosas tan efímeras como el software. Y es que unity , esa criatura creada en los departamentos de canonical, es capaz de despertar hasta las más tórridas pasiones entre los usuarios de Ubuntu. 

Algunos lo aman y otros los odian, con tanta energía que son capaces de generar largas discusiones en los blogs dedicados -ya me los imagino gritando frente al monitor a lo Tano Paskman mientras mira que las cosas no están donde acostumbraban. Sin embargo, en toda esa discusión se omite, quizás por aversión al cambio, lo que el equipo de canonical trata de proponernos; una experiencia única, fácil y expedita. No nos olvidemos que unity, así como el sistema operativo en general, no es más que un medio para hacer lo que necesitamos hacer, y a medida que eso ocurra, se puede puede decir que es un producto exitoso. 



En mi caso puedo decir que unity es un producto tremendamente exitoso, debido a que me permite hacer todo lo que tengo que hacer fácilmente. Claramente necesita mejorar en asuntos como la velocidad y la personalización (dicen que en unity 5 vienen tremendas mejoras en estos aspectos), pero normalmente funciona adecuadamente. 

Creo que el gran problema con unity es su naturaleza innovadora, que cambia las reglas del juego a quienes ya tienen una forma de hacer las cosas. Lo bueno de todo esto es que esos usuarios, quienes están acostumbrados a usar el viejo gnome2, son los experimentados, los que saben. Así que si no les gusta pueden cambiar fácilmente de Shell, de entorno o de distro, después de todo es ahí donde está la belleza del software libre, la libertad de hacer lo que a uno le salga de los cojones.
 

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